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domingo, 16 de febrero de 2014

LA HISTORIA DE RUBY BRIDGES

Nos pasamos la vida preocupandonos por cosas mas o menos importantes, pero que tampoco son tan graves. Es como si el ser humano necesitase vivir en un estado de preocupacion permanente
La vida es demasiado corta para desperdiciarla con con problemas que muchas veces no son tales.

Nos preocupamos demasiado en seguir las tendencias sociales y no ser diferentes por miedo al "que dirán", por miedo a lo que piensen los demás. Pero si yo soy o actuó de forma diferente a los demás, si a mi me hace feliz, que diablos le importa a los demás?
Y lo que aun es mas importante, que diablos me importa a mi lo que opinen los demás??


Al principio todos nuestros problemas nos parecen gravisimos y nuestra reaccion es agobiarnos
Dicen que en esta vida, excepto la muerte, todo tiene solucion. Y esa deberia ser la forma de afrontar nuestros problemas sean mas o menos importantes
De nada sirve lamentarte y pensar que tenemos un problema gravisimo, casi imposible de resolver. El único camino es ser consciente de cual es tu problema y buscar una solucion o acostumbrate a convivir con el

Obviamente esto es mucho mas facil decirlo o escribirlo que ponerlo en practica. Pero piensa que la solucion habitual que es la del agobio o el lamento no nos lleva a ningun sitio

Si aun no lo tienes claro o mi argumeto no te convence, te recomiendo leer la historia de Ruby Bridges, que ocurrio hace mas de 50 años. Una niña que dio el primer paso para romper las barreras contra "lo diferente" que aún continúan en muchos Paises.


Era una mañana de invierno del año 1960. La ciudad de Nueva Orleans estrenaba las horas de un lunes que podía prometer muchas cosas, menos normalidad. 
Desde temprano, un grupo conformado por amas de casa y adolescentes se aglomeró en la entrada de la escuela William Franz. Llevaban pancartas en las que se leían ofensas y amenazas dirigidas a ella, la causante del malestar común que unió en la indignación a más de 150 personas. Ruby Bridges era la primera niña negra que entraba en la escuela para blancos William Franz.
Su madre le dijo: “Hoy vas a una nueva escuela, tienes que portarte bien. No tengas miedo. Pueden haber algunas personas molestas fuera, pero yo voy a estar contigo”. La pequeña mano de Ruby se aferraba con fuerza a la de su madre mientras se habrían paso entre la multitud, protegida por agentes federales


Durante la primavera de 1960, algunos niños negros que acudían a las escuelas del Sur de los Estados Unidos se presentaron a unas pruebas que determinarían su participación en el programa de integración, propuesto por la Asociación Nacional para el Progreso del Pueblo de Color (NAACP). Ruby estaba entre los niños y niñas que aprobaron el test y fue seleccionada para empezar el nuevo año escolar en la Escuela William Franz, una escuela que, hasta entonces, sólo admitía niños blancos.

La señora Bridges insistía en que ésta era una buena oportunidad para que la pequeña Ruby tuviera acceso a una educación de mayor calidad y a un mejor futuro, y para que contribuyera a que otros niños negros pudieran sumarse al programa de integración.

En un dictamen histórico, la Corte Suprema de los Estados Unidos aprobó la eliminación de la segregación escolar y un trato igualitario para sus hijos, a los que se le negaba la admisión en escuelas para blancos. 
Fue un principio difícil pues una gran parte de la población blanca mostró su rechazo ante la resolución y los gobernadores de algunos estados del Sur prefirieron ordenar el cierre de las escuelas.

“Tal vez estoy en la universidad”, pensaba Ruby mientras pasaba su primer día de clases sentada en el despacho del director. Ruby no tardaría en enterarse de que los padres de sus compañeros habían ido a retirar a sus hijos de la escuela y que cuando pasaban por delante de ella y de su madre, le gritaban insultos que ningún medio de comunicación se atrevió a reproducir.

Las cosas no cambiaron demasiado el segundo día de clases; en la entrada de la escuela había mucha más gente y los manifestantes incorporaron a la protesta un elemento que asustó a Ruby: un pequeño ataúd que en su interior llevaba una muñeca negra
No se escuchaban risas ni murmullos, no había un solo niño en el aula y Ruby no tenía compañeros de clase ni maestros. Muchos profesores decidieron abandonar sus puestos de trabajo, algunos lo hicieron por convicción, otros por la presión que debían enfrentar si permanecían desempeñando sus funciones. 

El rector la esperaba en el descanso de la escalera y le indicó dónde quedaba mi clase. Cuando entró se encontro a una mujer que dijo: “Bienvenida. Soy la Sra. Henry, tu nueva maestra”. 
Barbara Henry se presentó ante Ruby provocando un asombro que la niña no pudo disimular: Pero ¡si es usted blanca! Era una mujer que había llegado desde Boston para enseñarle porque los profesores de la ciudad rehusaban darle clase a niños negros.
Pese a la primera impresión, entre alumna y profesora hubo buena sincronía y durante mucho tiempo, Ruby fue la única alumna de la Sra. Henry. Todos los días la Sra. Henry la recibía con un abrazo y se sentaba a su lado para enseñarle las letras del alfabeto con paciencia y cariño.
La niña almorzaba sola, jugaba sola y hasta para ir al baño precisaba de la custodia de los agentes federales. 
Asistió a clases durante todo un año sola, porque los padres de los otros niños no querían que estuvieran cerca de ella debido al color de su piel. Cuando el año escolar estaba a punto de finalizar, se incorporaron a clase cuatro alumnos blancos, que no tuvieron inconvenientes en compartir el salón de clases con una niña negra, quizá porque “todavía no habían aprendido los prejuicios”, como comentó Barbara Henry en declaraciones ofrecidas años más tarde. 




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